Los censos en tiempos de guerra… o paz

por: B. Piedad Urdinola

Nadie duda de las bondades de los censos de población y de su necesidad para el diseño de políticas públicas, que cubran al total de los habitantes de un país incluyendo, por supuesto, a minorías étnicas, grupos de edad sin representantes políticos, minorías religiosas o raciales. Tampoco se pone en duda la excelente labor que realizan la gran mayoría de los institutos oficiales de estadística encargados de llevar a cabo estos operativos, que resultan ser los más engorrosos y de mayor envergadura, dentro de todos los operativos estadísticos. Precisamente en este texto, quiero resaltar la importancia de la independencia política con la que se realizan los censos de población modernos y sobretodo el gran respeto que existe, y espero se mantenga, a la llamada confidencialidad estadística, es decir, la garantía que dan los productores de los censos de población para que sea imposible identificar individuos u hogares de ciertas características a partir del acceso a los microdatos censales o a la publicación de datos agregados.

Es difícil pensar en la independencia política de los censos. Por definición, están midiendo la población, su distribución, sus componentes, virtudes y necesidades, de allí que puedan generar todo tipo de zozobras en gobernantes que pueden recibir resultados poco esperados y sí muy evaluadores de sus gestiones. Ejemplos sobran, uno de los primeros en la historia lo cita La Biblia Católica (libro primero de las Crónicas, Capítulo 21) donde el gran rey David fue castigado por desobedecer la ley divina y hacer un censo, para querer conocer cuántos hombres había en Israel aptos para el servicio militar. En nuestros tiempos, las definiciones de “raza o etnia” generan todo tipo de reacciones desde la definición misma de este atributo a medir y cómo medirlo, hasta los resultados que pueden llegar a mostrar cómo que una minoría ya no lo es en una sociedad, con todas las implicaciones que esto puede tener en términos de política pública y en los imaginarios colectivos.

 

Ahora, y si este tinte político de los censos no pone en riesgo la popularidad de los gobernantes, sino a las poblaciones que están siendo censadas? Aunque no parezca tan común, es un tema sensible y por el que han pasado varios países, que tristemente han quedado anotados por varios demógrafos en diferentes episodios de conflicto, donde la confidencialidad estadística ha sido vulnerada. Los censos han sido utilizados para cometer atroces crímenes que violan los derechos humanos en países de diferentes latitudes, de variados niveles de desarrollo económico y en medio de conflictos internos e internacionales, como lo anota un demógrafo pionero de la demografía del conflicto, Seltzer (2005). Con la información capturada en los censos se pueden identificar grupos, usualmente minorías, por etnias o razas, idioma hablado en casa, nacionalidad o una clase social a la que pertenecen, y si esta información cae en las manos incorrectas, se producen cualquier tipo de violaciones a derechos humanos, como desplazamiento forzado, genocidio o persecución. No sólo con el uso de datos individuales, o microdatos, sino que también con la agregación parcial de estos datos se puede generar una identificación espacial de agrupaciones de estas minorías. El caso más resonado en la historia es el uso de los datos censales de Estados Unidos, censo de 1940, durante la segunda guerra mundial, para localizar hogares de habitantes de origen japonés, que fueron forzados a migrar. Otros casos suman el del censo Francés que localizó minorías judías, el caso del censo de Hungría que usaron para identificar minorías de origen Alemán o el Sudafricano que soportó el terrible sistema del apartheid.

 

Estos ejemplos muestran que toda herramienta humana puede ser usada para el bien o para el mal, que nos dejan grandes enseñanzas para que estas atrocidades, que si bien suman unos pocos casos que no llegan a dos docenas, no sean repetidas en la historia. Mucho hemos aprendido de estas trágicas experiencias, que nos llevan al punto crucial en que nos encontramos hoy: una gran facilidad de recolección y almacenamiento de información demográfica, censos recopilados a partir de diferentes metodologías ayer sólo soñadas, sociedades cada vez más globalizadas y diversas pero, sobretodo, la evolución del reconocimiento y medición de las violaciones a los derechos humanos en la medición estadística de hogares, incluyendo los censos.

 

Si bien no podemos evitar los conflictos políticos, como lo demuestran las noticias a diario, hemos evolucionado en la producción de censos de población, registros administrativos y otras encuestas de hogares hasta el punto de reconocer falencias como la aquí mencionada que nos lleva a valorar y promover la confidencialidad estadística con vehemencia. Cada día se generan nuevas leyes de producción estadística que garantizan que estos casos no se repitan y endurecen las penas contra quienes intenten hacer este mal uso de una herramienta que siempre debe ser usada para hacer el bien.

 

Finalmente, quiero destacar que el uso de los censos, en diferentes países, ha traído a la luz las necesidades de minorías que son muy difíciles de medir en otro tipo de operativos y que gracias a ellos podemos denunciar situaciones precarias por mejorar, generar políticas de protección a comunidades indígenas, políticas de acciones afirmativas, entre otras tareas que ayudan a mejorar la calidad de vida de todos los ciudadanos. Y, a pesar de décadas de conflictos, en el caso Latino Americano nunca se ha registrado el mal uso de los censos de población asociado a atrocidades de violaciones de derechos humanos y mantengo la esperanza de que este récord se mantenga por muchos años más.

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