El anhelo a los Incas: un año más sin censo de población y vivienda en Colombia

B.Piedad Urdinola. Profesora Asociada

 Departamento de Estadística. Universidad Nacional de Colombia-Bogotá

Hace algo más de cinco siglos el gran Inca gobernaba un imperio tan enorme en Sur América, como nunca antes se había vivido y como en muchos años probablemente no volvamos a vivir. El gran Inca entendía, como lo han hecho los grandes líderes de la historia, la importancia de tener la información completa o las estadísticas de su enorme imperio actualizadas al día. Tan así lo entendía que al final de la jornada sus consejeros le daban un reporte detallado de lo que sucedía hasta el extremo de cada uno de los cuatro puntos cardinales desde el centro del mundo o Cuzco, donde gobernaba. Estos reportes, no eran un memorial de agravios, ni un listado de actividades por hacer; por el contrario eran informes detallados de la cantidad de hombres, mujeres, niños, ganado y cosechas, entre otras cosas que hacían parte del imperio. Este conocimiento lo tenían a partir del sistema de conteo que desarrollaron, llamado Quipu y que a día de hoy todavía los historiadores y arqueólogos no han terminado de descifrar exactamente. Sólo sabemos que antes de la era de la tecnología, mucho antes de nuestros computadores y aún antes de la electricidad que nos permite las comodidades de la vida moderna y las telecomunicaciones, esta cultura llevaba a cabo censos de población, viviendas y agropecuarios con precisión, y que estos datos eran la fuente de la toma diaria de decisiones de sus gobernantes.

Qué tristeza que cinco siglos después, con las ventajas que nos ofrece la tecnología y con todo el conocimiento demográfico, estadístico y matemático que hemos alcanzado en pleno siglo XXI, los gobernantes colombianos, lejos de la grandeza del imperio Inca, han decidido postergar el Censo Nacional de Población y Vivienda, que ya lleva once años sin realizarse en el país y considerarlo como una de las tareas que se deben aplazar ante el recorte del presupuesto nacional, incumpliendo una vez más la periodicidad definida que deben satisfacer los censos. Las implicaciones de aplazar un censo de población son enormes, comienzan por no cumplir uno de los requisitos requeridos para hacer parte de la OECD-Organisation for Economic Co-operation and Development, y con justa causa. No es coincidencia que los países con más y mejores cifras estadísticas, en todas las áreas, sean precisamente los más desarrollados. En cambio, un país donde poco sabemos del total de niños y niñas, hombres en edad productiva o adultas mayores en las regiones de frontera, en las comunidades indígenas o sin ir tan lejos en las zonas rurales del país es una nación que desconoce su principal fuente de riqueza, la humana.

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