Por Javier Carranza Tresoldi, GeoCensos
Muchas organizaciones dateras de base vemos con interés cómo en algunos países los gobiernos están comenzando a utilizar datos de actores externos como los de la sociedad civil, aunque sea a un nivel experimental. La tendencia ha comenzado a desarrollarse desde hace algunos años ya, afortunadamente. En 2014 la United Nations Statistics Division y UNECE realizaron una encuesta conjunta sobre las iniciativas de Big Data en las oficinas nacionales de estadísticas (ONE) y otras agencias estadísticas de cooperación en países desarrollados. Los resultados demostraron que al considerar nuevas fuentes de datos en el campo de las estadísticas, más del 58% de las organizaciones que respondieron se asociaron con algún tipo de organización externa proveedora de datos, relegando en ese caso la recolección a otros. Aunque muchos de esos socios son proveedores de datos comerciales, un porcentaje importante (10% +) de ellos proviene de productores de datos del sector de la sociedad civil. Si bien incipiente, la tendencia anima a seguir adelante con nuestro trabajo.
Dentro de los proveedores cívicos, las fuentes de datos que han crecido con mayor rapidez son las de comunidades geoespaciales de datos abiertos. Es que abrir datos tiene un valor crucial para fomentar el bienestar y la defensoría de los más humildes en territorios remotos. Algunas ONE están innovando en este campo y ya se atreven a probar estas nuevas tendencias dentro de la llamada revolución de los datos, trascendiendo sus enfoques tradicionales y adoptando una agenda más facilitadora que de control, desligándose paulatinamente de la recolección en terreno de datos para concentrarse en la coordinación de infraestructuras de datos allí donde no llegan sus acciones.
Explotar la posibilidad de colaborar entre ONEs y sector civil generando bases geospaciales tiene un potencial incalculable y podría llevar al siguiente nivel los proyectos de datos enfocados en el desarrollo sustentable, haciendo disponibles bases de datos totalmente novedosas y enriqueciendo la cobertura de datos de primera mano. Hoy en día muchos grupos de tecnología cívica como Missing Maps, GeoCensos o HotOSM utilizan la plataforma Openstreetmap generalizando la disponibilidad de geodatos y pasando desde las fuentes propietarias hacia esquemas de datos más abiertos para beneficiar a terceras partes como las ONE, y al mismo tiempo abogando por poblaciones vulnerables a través de mostrar su realidad latente, desentrañando sus hasta ahora desconocidas necesidades y especificidades.
Las bases de datos georreferenciadas que los maperos cívicos pueden traen a la mesa están demostrando cada vez más la importancia que tiene el valor de contribuir desde los actores que cimientan la base de la pirámide de datos hacia las oficinas estadísticas:
- Wingu de Argentina y ACIJ mapearon los Caminos de la Villa en la Ciudad de Buenos Aires en Argentina desde la sociedad civil , para defender los derechos de ciudadanos de asentamientos irregulares de acceder a servicios públicos frente al gobierno.
- TECHO Chile compartió varias de sus geo databases de relevamiento de poblaciones vulnerables en Chile con INE para ser incluídas en el Censo de población y vivienda 2017.
- La asociación de datos del proyecto Uganda Open Mapping for Resilience de la comunidad Openstreetmap (OSM) con el Bureau Nacional de Estadísticas, están buscando crear un mapa digital completo en ese país, dejándolo abierto y accesible a todo el mundo.
- Statistics Canada intentó probar si es posible generar datos de calidad en colaboración con comunidades locales de maperos de OSM para crear un catastro con ubicación y atributos de cada edificio en Canadá.
- El programa Stats Up de la comunidad GeoCensos se ofrece como una oportunidad para iniciados que quieran capacitarse en emprendimientos y plataformas de geodatos en colaboración con agencias estadísticas de América Latina y al mismo tiempo fortalecer sus capacidades técnicas.
Estos verdaderos laboratorios cívicos ya están interesando al ecosistema de estadísticas «oficiales» y éste se está probablemente tomando el tiempo de balancear la riqueza que ofrecen estos datasets inclusivos versus sus desventajas técnicas de estándares alternativos. Si la ecuación se revelara como positiva en el tiempo, y en eso confiamos, las organizaciones de tecnología cívica incluso podrían ayudar en el proceso de recopilación de datos oficiales censales, sobretodo si las ONEs se entregan a la tarea de fortalecerlas con habilidades estadísticas básicas que aseguren precisión y profundidad al mismo tiempo en los rincones menos mapeados.
Una sabia estrategia para que los gobiernos tengan éxito en este nuevo tipo de fuentes masivas alternativas debe empezar por decodificar, luego consensuar técnicas y finalmente asimilar las acciones de estos actores cívicos dentro de proyectos serios que contribuyan en el flujo de las estadísticas oficiales, para beneficiar así a todos. En la medida que sigan surgiendo casos de éxito como los descritos, el uso de bases de datos provenientes de tecnologías geoespaciales cívicas comenzará a ser todavía más popular y las estadísticas oficiales a beneficiarse ampliamente de ellas.