Trudeau no es Turnbull

(Fracasos Censales y Legitimidad Política)

Byron Villacis

I.

La cultura estadística de un país no está relacionada con su nivel de desarrollo. Canadá (36 millones de habitantes, 9no IDH más alto del mundo) acaba de ejecutar el censo de población “más exitoso de su historia”, con una participación ciudadana que recibió tanto apoyo que se volvió viral a nivel mundial. Fue tan intensa la euforia de los canadienses al colaborar con su censo que la página web para cargar los datos colapsó el primer día.

En el otro lado de la moneda está Australia (24 millones de habitantes, 2do IDH más alto del mundo), que con un sorpresivo fracaso ha encontrado en el censo del 2016 una de las peores pesadillas de sus autoridades políticas. Fue tan compleja la situación que se combinaron fallas tecnológicas, hackers atacando el sistema de registro, campañas para no responder el cuestionario, cuestionamientos a la privacidad en el manejo de los datos y críticas al liderazgo político del director del censo y hasta del primer ministro. No hubo que esperar mucho para declarar este censo “el peor de la historia”. El fracaso censal generó tanto malestar que se volvió un asunto político y de queja general.

Si ambos países son desarrollados, ¿que hizo que la ejecución de un censo de población reciba respaldo ciudadano y el otro no? Después de analizar la experiencia Canadiense y Australiana, bosquejo cinco elementos jerarquizados para discutir cuál puede ser la raíz de esta diferencia. Enlisto en orden inverso de importancia.[1]

  1. Comunicación Estratégica: No se trata de vender un censo, se trata de convencer la participación (crear una marca que provoca una “venta”). No se trata de hacer publicidad, se trata de construir una organización y comunicar esa construcción. El censo canadiense tuvo un astuto proceso de planificación comunicacional que incluyó segmentaciones definidas, multicanales sostenidos y sobre todo mensajes claros que fomentaban la participación. Es evidente que su equipo tiene formación académica en el área de comunicación, no son personas que aprendieron en el puesto de trabajo. Además, la oficina de estadísticas de Canadá (StatCan) es conocida mundialmente por su profesionalismo e independencia, algo que solo se construye en el largo plazo y genera confianza institucional. Sin embargo, una buena comunicación es inútil si no hay argumentos planificados que comunicar.
  1. Argumentos Comunicacionales: un proceso de comunicación eficaz implica un proceso de construcción argumental en base a grupos objetivo definidos. Esto implica un trabajo sostenido con psicólogos y sociólogos que entiendan los productos sociales y sus audiencias y sobre todo utilizando los insumos de un trabajo previo de construcción conceptual.

 Australia al parecer sí planificó la comunicación de su censo pero descuidó la creación de mensajes para la audiencia que estaba preocupada por la confidencialidad de datos. Peligrosamente asumió que el segmento que opinaba acerca de una “sobre-intervención” del Estado en asuntos personales no iba a consolidarse y a esto se sumó una opacidad en la comunicación institucional.

Este es un ejemplo estrella de lo que puede suceder cuando un instituto de estadística maneja cambios metodológicos y se descuidan procesos de discusión democrática. Cuando esto sucede, es predecible que al mismo tiempo, surjan agrupaciones ciudadanas minúsculas —pero con capital político y financiero— que desprestigian al Estado, aupados por el poder de las sesgadas redes digitales-sociales. Por ende, no se puede crear argumentos comunicacionales si no hay un ejercicio previo de apertura institucional, de construcción conceptual-participativa; y esa es la siguiente dimension de mayor importancia.

  1. Construcción conceptual participativa. Los argumentos comunicacionales de un instituto de estadística no se pueden construir de la noche a la mañana.  Éstos solo pueden construirse en base a proceso de diálogo institucional sostenido. Con sostenido me refiero a que no solo el censo debe ser un ejemplo de participación ciudadana, sino todas y cada una de las actividades del ente estadístico: libre y gratuito acceso a bases de datos, a metodologías, anticipación ordenada a cambios metodológicos, gratuidad en servicios, difusión de datos segmentada y sobre todo trato equitativo a todos los grupos sociales (sean del gobierno, sean de la oposición o sean grupos apolíticos).

En este sentido, el peor error que puede cometer una oficina de estadística es construir o modificar metodologías (censales y no censales) en silencio, asumiendo que la gente entenderá sus intenciones o complaciendo a las autoridades políticas de turno. Esto provocará que, por descabellada que sea la oposición (por ejemplo ultraderecha disfrazada de libertarios), parezca que sus argumentos suenen razonables y permitan boicotear al Estado y arruinar trabajos institucionales serios. Algunos comedidos, por intentar favorecer la política coyuntural, pueden dañar no solo la imagen del gobierno de turno sino la legitimidad del Estado en el largo plazo.

  1. Un proceso financiado. No hace falta explicar mucho esta dimensión, nada más aclarar que los procesos censales no deben estar sujetos a vaivenes del ciclo económico ni deben ser planificados al apuro. Si se quiere un buen proceso censal para el año 2020 ya se debería estar ejecutando etapas de planificación a partir del 2017, como máximo. Es fácil ver que tanto Canadá aventajó en esto a Australia. De todas formas, por más que un instituto tenga dinero para hacer un buen censo las cosas pueden salir mal si su población está polarizada. Esta es la raíz de la diferencia que encuentro entre Australia y Canadá y es la dimensión a la que asigno mayor importancia y que denomino Momentum de Cohesion Social.
  1. Momentum de Cohesión Social: Trudeau, cabeza de gobierno de Canadá (educador de profesión, promotor de impuestos a los ricos, defensor de derechos al aborto y matrimonio igualitario) no es Turnbull, cabeza de gobierno de Australia (multimillonario, ex banquero, especulador de bolsa). El primero ayudó a construir un momento político de cohesión social donde el Estado, sin parecer obeso ni entrometido, ejecuta una función mesurada, eficiente y contribuyente a objetivos comunes. Eso se contaminó positivamente al mensaje censal. En Australia sucedió todo lo contrario: a pesar de tener un sólido equipo comunicacional, un proceso planificado y a pesar de tener dinero, se encontró con una sociedad polarizada, con un nivel de conflictividad social alto y con un feroz contraprograma de deslegitimación del Estado (por errores propios y ajenos).

Veamos esto con un poco más de detalle: mientras el censo transcurría, en Australia, el sistema de gobierno (monárquico parlamentario) atravesaba una fricción entre los partidos políticos no vista desde 1961. Esto fermentó ­—en mayor y menor medida— la constitución de grupos que siguen la línea de un discurso conocido en Latinoamérica: críticas al tamaño del presupuesto del Estado, desregulación ambiental, ataques al partido de los trabajadores, deslegitimación de instituciones públicas, etc. A esto súmele un Instituto de estadística que se ganó la fama de sobreprotegido políticamente.

En el otro lado de la moneda, el líder de Canadá ganaba elecciones históricas, incluyendo una mayoría en el parlamento. Su campaña política fue “puerta a puerta” donde promovió ideas contrarias a la austeridad fiscal, el incremento a impuestos a la clase alta y el retiro de tropas canadienses de combates armados como aliado de EEUU, entre otros. Esto fomentó la consolidación de una población a favor de objetivos de las mayorías, la legitimidad del aparato estatal y cohesión social. En la mitad de ambos escenarios, dos censos de población se ejecutaron: uno fracasó y el otro no.

Visualizo estos factores en el siguiente diagrama, donde el primer piso de la pirámide es el más importante.

piramide.png

Fuente y Elaboración: Byron Villacis

II.

En base a estos cinco factores considero que la siguiente ronda censal en Latinoamericana corre peligro. Para arribar a esta conclusión uso una generalización de las dimensiones antes explicadas.

  1. Los institutos de la región Latinoamericana, si bien han mejorado sus equipos comunicacionales, todavía son grupos con visión estratégica limitada. Parecería que siguen ejecutando ideas del pasado, dependiendo de agencias de publicidad externas o repitiendo ideas antiguas (inclusive con errores). Su agenda es, o silenciosa o repetitiva. En el mejor de los casos dependiente de ideas de organismos internacionales o de dictámenes de sus superiores políticos; es decir, sin ideas propias. Las agendas más importantes se limitan a apagar incendios. Incluyo excepciones de equipos comunicacionales propositivos: Colombia, Brasil y, en menor medida, México y Chile.
  1. Últimamente no hay procesos estadísticos exitosos en la región. Y si los hay, no los comunican bien. De hecho, casi todos los países han sufrido algún tipo de escándalo que afecta su imagen institucional. Solo para mencionar algunos: Argentina, México, Brasil, Chile, Venezuela. Otros, a pesar de no tener escándalos, sufren graves silencios o ausencia de planes censales como Colombia. Es decir, ni cómo pedir construcción conceptual participativa si la mayoría del tiempo están ocupados en agendas centralistas que ellos no controlan.
  1. La región está dividida. Hay un peligro eminente para el próximo periodo censal. Si la cohesión social es un factor decisivo como argumento arriba: ¿qué tan cohesionados están y estarán nuestros países al fin de la década? Latinoamérica está más dividida que antes, como región y más polarizada dentro de los países. Eso lo dejo que argumenten los cientistas políticos; pero si la conclusión es similar a la mía entonces los procesos censales están en entredicho.
  1. No hay dinero. No solo por el mal momento financiero sino por la estructura administrativa de los nuevos gobiernos: más austeros y más discretos en cuanto a la importancia que se otorga al sector público y por ende a las oficinas de estadística. A esto se suma la consecuencia de los comedidos que convirtieron a algunos institutos en oficina de gobierno, deslegitimando su organicidad estatal. Gracias a ello, ahora algunas oficinas de estadística son vistas como aparatos de promoción política. Adicionalmente, es más difícil convencer a la nueva tendencia de gobiernos que financie estadística pública si es que el discurso a favor de reducir la intervención del Estado, el discurso del individualismo y la competencia se vuelve generalizado.

III.

Trudeau no es Turnbull.  Canadá y Australia están enviando signos de alerta a Latinoamérica: la debilidad institucional (de las oficinas de estadística) y estatal (de los gobiernos progresistas de la región) puede obscurecer el panorama de la ronda censal del año 2020. El peligro más grande es que los censos pierdan financiamiento, que se privatice secciones de su cuestionario (o quizás todo), que intereses privados invadan información sensible y que se reduzca la participación ciudadana, ya debilitada. El peligro más grande es perder aun más la cohesión social [2].

Espero honestamente equivocarme. O al menos, encontrar la forma de motivar sugerencias que eviten este fracaso.

Byron Villacis

11 de Septiembre del 2016

Berkeley, CA

[1] Tómese en cuenta que me refiero a los factores que hacen exitosa la participación ciudadana en el proceso censal, mas no el proceso censal en sí. Lo primero está contenido en lo segundo, pero los segundo no solo implica lo primero.

[2] Para una discusión más profunda sobre la relación entre cohesion social y legitimidad estatal hace falta profundizar en argumentos sociológicos más técnicos. Anderson e Igo son lecturas esenciales para expandir el debate a espacios más especializados que este blog. Agradezco los comentarios de Marden Campos en este sentido. Dicho sea de paso, ambos textos son de lectura obligada para cualquier funcionario o interesado en estadística pública.

1 comentario en “Trudeau no es Turnbull

  1. Pingback: La década perdida | OLAC

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