Nicolás Sacco, OLAC
Es un lugar común afirmar que América latina es la región más desigual del mundo. En términos de ingresos personales, a pesar de haber atravesado en los últimos años procesos de redistribución de la riqueza y crecimiento de la clase media, continúa siendo el lugar del planeta con mayor disparidad económica y social.
Algunos autores sostienen que la desigualdad social atraviesa todas las problemáticas sociales en América latina. Este hecho llevó al enfoque de la demografía de la desigualdad a proponer una reconfiguración de la cuestión poblacional orientada a abordar la desigualdad y la diferenciación de las sociedades latinoamericanas en la actualidad.
Desde este contexto, es válido preguntarse: ¿qué pueden decirnos los censos de población sobre la desigualdad social y demográfica?
Pensando la desigualdad social en términos de clases sociales en este artículo voy a considerar cómo las estadísticas oficiales (encuestas pero sobre todo censos) se relacionan con el fenómeno de la desigualdad social, tanto en términos de lo que su contenido implica acerca de nuestra sociedad, como en el sentido de lo que ellas muestran en tanto las diferentes concepciones de clases[1] y por ende, de sociedad. Para ejemplificar esta cuestión tomo los censos nacionales de población de la Argentina[2].
Censos y clases
Partamos de este hecho. Las estadísticas oficiales en la Argentina nunca ofrecieron tabulados con la variable clase social, o en todo caso, por grupos-socioeconómicos o socio-ocupacionales, como prefieran sus elecciones teóricas. Los estudios sobre estructura social (entendida como la estructura de clases sociales) en base a datos censales que se han realizado en la Argentina han utilizado o bien la variable ocupación o bien algún cruce de las “características económicas” disponibles en cada censo para construir clases sociales.
De acuerdo a los datos de los censos 1869, 1895, 1914 y 1947 pero también utilizando prácticamente todo lo disponible en el Sistema Estadístico Nacional de la época, Germani (1963, 1987 [1955]) agrupó categorías ocupacionales según criterios teóricos y empíricos provenientes de la teoría de la modernización en su análisis de los procesos de movilidad y cambio social de la Argentina moderna.
Después de Germani, los estudios de Torrado (1994, 2003) abordaron nuevamente, también de forma global, el análisis de la evolución del volumen y morfología de las clases sociales, en base a los censos de 1947, 1960, 1970 y 1980, esta vez de acuerdo a una conceptualización proveniente de un enfoque histórico-estructural.
Importantes cambios se dieron en torno a los clasificadores de ocupación entre el censo de 1980 y el de 1991. Pese a ellos, fue posible reconstruir con un grado razonable de comparabilidad a lo largo del período 1980-2001 sistemas clasificatorios de condición socio-ocupacional y de clases sociales, continuando la serie histórica de análisis de Germani-Torrado (Sacco, 2014).
¿2010: un censo de inclusión social?
Fue frecuente escuchar que el censo 2010 en la Argentina fue de inclusión social, acorde con las políticas públicas llevadas a cabo en este país desde el año 2003. Sin embargo la información relativa a los ocupaciones sólo midió el carácter de las mismas, reduciendo la información disponible relativas a las tareas, tal como se explicitó en un post anterior.
Con la decisión de reducir la información de ocupación en el 2010 bajo el argumento de la racionalidad estatal y la falta de recursos se ocultó, quiérase o no, unas de las dimensiones sociales cuyo impacto social viene siendo abordado fuertemente por la literatura más especializada. Por ello, desafortunadamente, los instrumentos demográficos para estudiar el vínculo entre la desigualdad de clases y la dinámica demográfica (extensible a todas las dimensiones de lo social relevadas en el censo) se vieron seriamente limitados por la “racionalidad burocrática”.
Desde luego, esta discusión es una de las menores problemáticas que afectan hoy en día al instituto de estadística de Argentina, sin embargo, la inevitable tensión entre tecnocracia y política nos tendría que remitir a leer nuevamente a Weber para lograr una comprensión más global de esta situación.
Luchas de clasificación: clase, censos y desigualdad en una época neoliberal y después
Rebobinando: ¿Qué papel le cabe a la Demografía para el estudio de la desigualdad social y cuál es el rol que los censos de población de la región tienen en este vínculo? Desde Malthus (y también, desde los fundamentos más antiguos del pensamiento demográfico) que las agendas de investigación en Demografía se preocupan por vincular tendencias demográficas y económicas. Los propios cambios poblacionales tienen un rol importante en la explicación de los patrones de desigualdad pero también viceversa, los patrones de desigualdad económica y social funcionan muchas veces como factores explicativos de las tendencias demográficas[3].
Una de las tesis más debatidas de estos años es la proporción y permanencia de niveles de desigualdad crecientes, en tanto tendencia inherente del capitalismo (Piketty, 2014). Pardo (2015) sugiere que a pesar de que la desigualdad tuvo históricamente un rol preponderante en la explicación de los comportamientos demográficos, queda todavía mucho que explorar en términos de explicación de los vínculos entre la desigualdad social y la dinámica demográfica.
Siendo muy escasas las fuentes para estudiar el vínculo entre desigualdad y dinámica demográfica, las encuestas de empleo y hogares (y la EPH en particular en el caso de la Argentina), limitadas a los grandes centros urbanos, podrían pensarse como las fuentes primordiales para el estudio sus tendencias. Su continua actualización permitiría enriquecer el conocimiento del perfil de la estratificación social en base a datos ocupaciones desagregados y en los distintos niveles de ingresos, ya que relevan información sobre variables no contempladas en los censos, vinculadas principalmente al mercado de trabajo y a las diversas formas de ingreso monetario.
¿Por qué entonces molestarse en incorporar la dimensión de la desigualdad con mayor detalle en los censos de población de América latina? ¿Es necesario que los censos recaben con mayor detalle ocupaciones?
No sólo es necesario, sino que a mi entender, es imprescindible. En primer lugar, porque las encuestas de hogares en Argentina en particular pero en la región en general, no contemplan preguntas estrictamente demográficas, por ejemplo sobre fecundidad o mortalidad infantil, tal como sí lo realizan la mayoría de los censos de la región. Segundo, porque la posibilidad de contar con encuestas ad-hoc específicas que vinculen ingresos monetarios con dimensiones demográficas es un lujo asiático que escasea en América latina. Tercero, históricamente existió subdeclaración de ingresos medios y altos en las encuestas de hogares, lo que produjo, salvo una serie nunca del todo coherente de ajustes y estimaciones, graves problemas de subestimación de ciertos grupos poblacionales, sobre todo aquellos en lo más alto de la pirámide de estratificación social. Cuarto, al recurrir a variables proxy de la estratificación social tales como la educación, desde las encuestas de hogares o los censos se podrían perder de vista los factores causales implícitos en las relaciones entre variables sobre todo porque según la literatura especializada en el tema conocemos los comportamientos diferenciales de acuerdo a estos proxy pero queda prácticamente todo por saberse en cuanto a factores causales. Quinto, porque tal como afirman las sugerencias de Naciones Unidas para la medición de las características económicas:
Las decisiones relativas al contenido y los temas que deben abordarse generalmente se basan no sólo en la disponibilidad de recursos […] sino también en la disponibilidad de otras fuentes de estadísticas similares y su fiabilidad y alcance, así como en la utilidad potencial de las estadísticas que generaría el censo de población. Éste es el contexto en el que debe considerarse si en un censo deben incluirse las características económicas (ONU-OIT, 2010: 3).
En efecto, la disponibilidad de otras fuentes adicionales a lo censos para el estudio de la desigualdad social y la dinámica demográfica es prácticamente inexistente en toda América latina. Y sexto, porque la posibilidad de análisis desagregados es notoriamente más permisible en los censos que en las encuestas, a nivel nacional y/o de agregados regionales. Si las encuestas de hogares incorporaran preguntas demográficas sólo seguirán ofreciendo la posibilidad de análisis de una porción reducida (aunque muy importante en el caso de la Argentina) de la población. Los censos serían la única fuente capaz de ofrecer información a niveles de municipalidades (y a veces intra-municipales), lo que permitiría el mejor entendimiento de las desigualdades sociales/regionales.
No pretendo agotar acá la discusión sobre desigualdad social y las fuentes para su estudio, sobre todo por el hecho de que los vínculos entre cambio social y cambio demográfico (en la perspectiva de este post) la dimensión económica es analizada de acuerdo a la estructura y dinámica de estratos sociales homogéneos. La vinculación de la población con los aspectos económicos desde esta configuración remite por lo tanto a un modelo explicativo que se centra más en la estratificación social que en las variables económicas propiamente dichas, procurando mostrar la influencia de las variables económicas sobre los fenómenos demográficos. Este punto de vista no agota la extrema complejidad de las relaciones entre economía, desigualdad social y población y la gran cantidad de variantes, indicadores y dimensiones posibles de considerar a la hora de abordar esta relación.
Todo censo es político
Contar con sistemas clasificatorios y medidas comunes sigue siendo una tarea pendiente de los institutos de estadística de América latina, no sólo para lograr comparabilidad intercensal sino también internacional. No está de más decir que las ocupaciones y la oferta estadística basada en agregados ocupacionales para observar desigualdad social es de larga data en muchos de los países del mundo[4] y de muy variada oferta en los institutos de la región.
La trascendencia acerca de la disponibilidad y la adecuación de la información censal para las políticas públicas (dentro de las cuales las políticas de población son una dimensión imprescindible) ha sido reiterada en todas las últimas reuniones y foros especializados en América latina, en particular, en el consenso de Montevideo.
¿Qué es lo que puede explicar que la oferta estadística en la Argentina relativa a ocupaciones, clases sociales y desigualdad social, referida no sólo a temas trascendentes para la investigación social sino también para las políticas públicas de inclusión social se adopte sin una previa discusión con el público usuario, tal como sucedió en el censo 2010? La razón de esta situación no es técnica, porque soluciones técnicas a estos problemas las hay por dondequiera. Si con la aplicación del Clasificador Nacional de Ocupaciones 1991 se produjo una ruptura de las series previas, con la adopción de un dígito en el Clasificador Nacional de Ocupaciones en el 2010 queda sabor a entre muy poco y nada [5].
Esta decisión se argumentó por cuestiones presupuestarias y bajo el supuesto de que cualquier investigación social o cualquier dependencia pública que quiera hacer programas sociales deberá basarse en encuestas ad-hoc o la encuesta de hogares y empleo. La desigualdad social, entendida como desigualdad de clase social quedó de esta forma prácticamente encubierta en el Censo 2010.
Sin ella se perdieron de vista los procesos de movilidad social ascendente que pudieron haber ocurrido en el periodo, se privó a distintos usuarios de observar relaciones tales como fecundidad y clases sociales, teniendo que utilizar variables proxy de clase social (por ejemplo, educación). Se dejó de lado poder acercarse a observar una de las menos estudiadas problemáticas de la desigualdad: la inequidad ante la muerte, a través de la utilización cruzada de mortalidad en la niñez con variables socio-ocupacionales. Las estadísticas de registro poco es lo que miden con calidad sobre este aspecto.
El discurso social muestra que procesos de producción, definiciones conceptuales y categorías de análisis de las fuentes, no admiten una visión “objetiva” del mundo social sino una particularmente “subjetiva”: una concepción de clases sociales y de sociedad que oculta procesos de diferenciación y desigualdad social y demográfica.
Los demógrafos cuentan con categorías de análisis robustas para observar las formas que asume la desigualdad en América latina y la dinámica de la reproducción demográfica y social. El censo es el instrumental por excelencia para analizar estas tendencias en América latina.
Una pena que haya pasado la oportunidad en Argentina. Otra vez será…?
Bibliografía
GERMANI, G. (1963). «Clase social subjetiva e indicadores objetivos de estratificación». Instituto de Sociología, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires.
— (1987 [1955]). Estructura social de la Argentina; análisis estadístico, Ediciones Solar.
GOLDTHORPE, J. (1995). «Sobre la clase de servicio, su formación y su futuro». En: CARABAÑA, J., FRANCISCO, A. D. y (COMPILADORES) (eds.) Teorías contemporáneas de las clases sociales. Pablo Iglesias, Madrid.
ONU-OIT (2010). «Medición de la población económicamente activa en los censos de población: Manual». Serie F, No. 102. Nueva York: Naciones Unidas/ Oficina Internacional del Trabajo.
PARDO, I. (2015). «El capital en el siglo XXI. Piketty y la Demografía”, Revista Latinoamericana de Población, 17, pp. 169-172.
PIKETTY, T. (2014). El capital en el siglo XXI, Fondo de Cultura Economica.
SACCO, N. (2014). Reconstrucción de la serie del nomenclador de Condición-Socio Ocupacional para los censos de 1991, 2001 y la Encuesta Permanente de Hogares. Tesis de Maestría en Generación y Análisis de Información Estadística, Universidad Nacional de Tres de Febrero.
TORRADO, S. (1994). Estructura social de la Argentina, 1945-1983, Ediciones de la Flor, Buenos Aires, República Argentina.
— (2003). Historia de la familia en la Argentina moderna (1870-2000), Ediciones de la Flor, Buenos Aires, Argentina.
WRIGHT, E. O. (2005). Approaches to class analysis, Cambridge University Press, Cambridge, UK ; New York.
[1] Los desarrollados más recientes de la teoría social de clases sociales han tenido gran variedad de debates. Sólo por mencionar algunos, Goldthorpe (1995), Wright (2005) y Torrado contribuyeron a un renovado interés teórico y empírico por la cuestión.
[2] El artículo no tiene por objeto realizar una descripción sumaria de todas las estadísticas que el estado ofrece relacionadas con el concepto de clase social o la cobertura de estadísticas relacionadas con la desigualdad social, directa o indirectamente disponibles en las estadísticas oficiales (censos y encuestas de hogares). La esperanza de esta comunicación es subrayar los problemas involucrados en el análisis de la desigualdad social en la región, que inevitablemente no pueden reducirse a problemas técnicos o puramente estadísticos.
[3] La preocupación más actual por vincular estas dos dimensiones se relaciona con lo ambiental, discutiendo hasta que punto es posible un crecimiento económico sostenido sin que el sistema capitalista o el planeta entero se vuelvan insostenibles.
[4] Véase por ejemplo la sofisticada y muy debatida versión del Reino Unido http://ons.gov.uk/ons/guide-method/classifications/current-standard-classifications/soc2010/soc2010-volume-3-ns-sec–rebased-on-soc2010–user-manual/index.html.
[5] Soñemos un poco: reabrir el debate en torno a los clasificadores de ocupación en la Argentina en particular pero también en la región parece una tarea necesaria, sobre todo porque ese debate se dio por última vez en los años noventa.
Muchas gracias a Nacho Pardo y mis compañeros de OLAC por sus comentarios.