La pandemia y los censos de cuatro sistemas estadísticos

Byron Villacís

La pandemia dejó un escenario de incertidumbre para los sistemas estadísticos latinoamericanos; las suertes y destinos se configuran distintas, sus debilitamientos o fortalecimientos han dependido –predeciblemente– de contextos y fuerzas locales. El problema de este escenario es que el arribo de la pandemia no tomó a los sistemas estadísticos en un momento cualquiera, lo hizo justo en el más delicado: en plena ronda censal, cuando los institutos estaban ejecutando o planificando sus censos poblacionales versión 2020. Es por esta razón que, enfatizar en la necesidad de analizar países por separado, se vuelve urgente y necesario. Cito en este corto post una breve interpretación de la situación de cuatro sistemas estadísticos en relación a su censo de población con suertes distintas para resaltar –como argumento central– la exigencia de particularizar análisis antes de entender la realidad latinoamericana como un conjunto promediable y superficialmente comparable.

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Pandemia, poblaciones indígenas y Censos Nacionales de Población y Vivienda

Por B. Piedad Urdinola

La actual pandemia, declarada como tal el pasado 11 de marzo por la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha expuesto los problemas endémicos de cada país y región. En Latinoamérica no tardó en hacer mella rápidamente en los grupos étnicos más vulnerables y dentro de ellos con más fuerza en las comunidades indígenas. Al conocerse al principio de la epidemia en el Asia sus altos niveles de contagio de persona a persona, algunos pronosticaron que sería el aislamiento geográfico de estas comunidades lo que los protegería del contagio.

Desafortunadamente, es precisamente ese aislamiento en conectividad, acceso a acueducto, alcantarillado, electricidad y su baja capacidad de reacción y de herramientas en prevención y curación de esta y muchas más  enfermedades lo que, por el contrario, los llevó a ser las primeras víctimas masivas en varios países Sur y Meso América.

Si bien se dieron lineamientos desde los gobiernos, organizaciones no gubernamentales, entidades supranacionales y asociaciones de comunidades indígenas para la prevención de la enfermedad; alertas y traducciones a las lenguas nativas y acercamientos desde su conocimiento y visión propia del mundo, bien diferenciada de nuestra cultura occidental, todos estos esfuerzos fueron pocos para detener el atropello que significa esta pandemia y que se traduce en tasas de contagio mucho más altas, con las consecuentes defunciones, y eso que  no se tienen en cuenta en estas cifras la debida corrección por subregistro de casos y defunciones. Tradicionalmente, estas poblaciones sufren de mayores niveles de subregistro en todo el sistema de censos y estadísticas vitales, además por la naturaleza del COVID-19 son necesarias pruebas de laboratorio que confirmen el contagio y, por ende, es fácil suponer que los niveles de subregistro son superiores a los del promedio ante la baja cobertura de facilidades y personal médico en las zonas de residencia habitual de estas comunidades.

Latinoamérica tiene una deuda histórica y endémica con las comunidades indígenas, siempre relegadas a un segundo plano y tratando a sus miembros como “ciudadanos de segunda”, que no es nada más que la falta de integración plena de derechos y beneficios que los Estados deben ofrecer a todos y cada uno de sus ciudadanos, sin contar con problemas sociológicos como la discriminación. Un reflejo de toda esta situación es la medición de las poblaciones indígenas en los Censos Nacionales de Población y Vivienda (CNPV). Para la mayoría de los países de la región solo se promueve activamente su medición en los censos hasta la década de los años 80, no más de tres países comenzaron a identificarlos y tomar mediciones en la ronda de censos de los años 60 o 70 (Chackiel & Peyser, 1994) y, aún en el siglo XXI, los niveles de registro y calidad de tales cifras son bastante deficientes para casi todos los intentos que se han hecho en la mayoría de los países (del Popolo & Schkolnik, 2013).

Si bien no es una tarea sencilla, son muchos y más inminentes los esfuerzos que se requieren para que sean reconocidos en los CNPV a lo largo y ancho de toda la región. No es sólo un tema de logística para elevar los operativos de campo censales y que cubran zonas de baja densidad poblacional, se requiere de una aproximación sociológica y antropológica que nos permita entender mejor cómo se auto reconoce una persona como indígena en las ciudades, las zonas rurales y en sus comunidades. Se requiere, sobre todo, de un intercambio y una aproximación desde las Oficinas Nacionales de Estadísticas (ONE) a la sociedad entera que se niega a reconocer que nuestras raíces son indígenas y que se reflejan como en ningún otro lugar del mundo en el proceso de mestizaje, que nos ha dejado una cultura y genética más enriquecida que la de cualquier otro continente o región del mundo.

A pesar de todas estas debilidades y con todos los errores de medición aquí expuestos, son los CNPV las únicas fuentes de medición para poder afirmar con evidencias objetivas que en donde sea que se encuentren las poblaciones indígenas en América Latina tienen 3, 5 ó 10 veces más probabilidad de ser pobres, con bajo acceso a servicios públicos básicos y a viviendas dignas de calidad, mayores tasas de analfabetismo y baja escolaridad y acceso a servicios de salud. Y, para quienes estudiamos estos temas, ha sido triste y fácilmente pronosticar que cuentan con mayor probabilidad de morir por la pandemia.

Referencias

Chackiel, J., & Peyser, A. (1994). La población indígena en los censos de América Latina. Notas de Población.

Schkolnik, S., & Del Popolo, F. (2013). Pueblos indígenas y afrodescendientes en los censos de población y vivienda de América Latina: avances y desafíos en el derecho a la información. Notas de poblacion.

La medición de la inequidad y la pobreza en los censos de población y vivienda colombianos

por B. Piedad Urdinola

La reciente conmoción en los países latinoamericanos, reflejada en las sesiones de protestas civiles desde finales de 2019 y que continúa en 2020, está asociada al descontento de la franja de clase media que demanda más y mejores servicios públicos de calidad, sobre todo en las áreas de salud, transporte público (infraestructura), educación y pensiones. Muchos se sorprenden, pues el discurso desde mediados del siglo pasado fue la erradicación de la pobreza extrema y la reducción de la pobreza que, en América Latina, ha sido relativamente exitosa dentro de las economías emergentes. Sin embargo, estos logros, medidos por el indicador que prefiera el lector, no son suficientes para economías en vía de desarrollo que quieren dejar de serlo y de allí el inconformismo generalizado. En gran parte por la percepción, no errada, de vastas brechas de inequidad en la región.

La inequidad en América Latina es alta y persistente. Un indicador universal y ampliamente utilizado es el coeficiente de Gini, que mide la desigualdad entre los ingresos en una sociedad. Según este indicador, Latinoamérica es el campeón mundial de la inequidad en las últimas tres décadas y a pesar de la reducción del índice desde 1990, en casi todos los países de la región. Pero el coeficiente de Gini, similar a lo que sucede con otras varias medidas de pobreza e inequidad, es deficiente; pues tradicionalmente sólo mide la diferencia a partir de los ingresos, cuando la pobreza es una medida mucho más compleja. De hecho, los economistas llevan debatiendo más de un siglo cómo medirla, sin llegar todavía a un consenso universal. Lo que sí está claro es que debe incluir otras medidas que van más allá del ingreso, como acumulación del capital físico, p.ej. activos, y capital humano, como salud y educación, y la relación ingresos-gastos, entre otros.

Por ello surge la idea de tener índices de calidad de vida o indicadores multidimensionales de pobreza. Colombia fue uno de los países pioneros en la región en gestar este tipo de mediciones, incluyendo un conjunto de preguntas en el Censo Nacional de Población y Vivienda-1993 (CNPV-1993) y produciendo en ese entonces, el Índice de Calidad de Vida (ICV) e institucionalizando la Encuesta de Calidad de Vida para el país, que se aplica a hogares rurales y urbanos. En casi tres décadas, como es de esperarse, la literatura al respecto ha avanzado lo suficiente para contar hoy día con diferentes metodologías que permiten la medición multidimensional de la pobreza y a partir de ella otras  medidas de inequidad, que incluye variables que van desde la tenencia de la tierra en zonas rurales, pasando por asistencia escolar de menores, analfabetismo, tenencia de activos, acceso a servicios de salud o tecnologías recientes, en las diferentes medidas que existen en el mundo y que varía a través de  los  países, dependiendo de  las necesidades y recursos disponibles para implementar esta herramienta.

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El Método de las Componentes Demográficas en la Proyección de la Población Colombiana a partir del Censo 1993

Por: Juan de Jesús Sandoval

Como ejercicio del curso de Aplicaciones de Análisis Demográficos (AAD), del Doctorado en Demografía en el CEDEPLAR/UFMG, Brasil, presento aquí una breve descripción de los resultados de proyecciones de población para Colombia, aprovechando que en los próximos meses deben salir los resultados del Censo de la República de Colombia, el cual se efectuó 13 años después del último realizado en 2005.

El objetivo de este documento es presentar una descripción de la población en 2018, para poder compararla con los próximos resultados del Censo del mismo año y realizar las respectivas críticas. Es de aclarar que la población base utilizada fue el censo del 1993. Esta elección, se debió a las dificultades encontradas en el Censo de 2005. El reto fue entonces de cómo a partir de Censo de 1993 (proyectado a 1995), se pudieron obtener proyecciones demográficas para los próximos 30 años y compararlas con los resultados del próximo censo. Sigue leyendo

Censos y mediciones demográficas para poblaciones o áreas pequeñas

por: B. Piedad Urdinola

Los censos, por definición, son la única operación estadística que cubre la totalidad de un territorio nacional. A diferencia de cualquier otra medición tipo encuesta que, gracias a la efectividad de las técnicas de muestreo, no requieren visitar y recolectar información de todos los rincones de un país para inferir información sobre la totalidad. De allí, la importancia de un censo nacional de población que no sólo provee las características socioeconómicas y demográficas para el total nacional, sino que también recopila estos datos para los habitantes de los municipios más apartados o las poblaciones minoritarias, casi siempre olvidadas. Son precisamente estas dos poblaciones las que conocemos en demografía como población en áreas pequeñas. Si bien el término se acota originalmente para áreas geográficas pequeñas, hoy en día también se utiliza para poblaciones pequeñas en tamaño que pueden o no estar distribuidas a lo largo y ancho de un país, por ejemplo quienes hacen parte de una minoría étnica, racial, religiosa o que pueden ser categorizados por cualquier otra razón, como la población desplazada interna a causa de un conflicto. Sigue leyendo

Periodicidad en los Censos de Población y la Demografía en Colombia

por Juan de Jesús Sandoval, PhD Cedeplar

 

«Elija cualquier problema en el mundo y puedo garantizarle que hay por lo menos un componente de población en él…La capacitación en demografía formal casi ha desaparecido en un momento en que tantos problemas requieren de la demografía.» James Holland Jones (Stanford University)

Desde la aplicación del último Censo en Colombia en 2005 me he venido preguntando: ¿A qué se debe tanta irregularidad en la periodicidad de la aplicación de los censos en Colombia en los últimos 100 años? ¿Será que este problema afecta la disponibilidad de los datos demográficos y su calidad? ¿Este problema es recurrente en los demás países o sólo ocurre en algunos de ellos?

En la búsqueda de respuestas a esta pregunta, me he encontrado que hay una brecha entre los países más desarrollados y en desarrollo, en cuanto a la periodicidad en la aplicación de los censos, y peor aún, la presencia o no de estudios científicos de población en esos países, distintos a los que hace el Estado. Esto me ha inspirado a realizar un análisis de la periodicidad de los censos en Colombia de los últimos 100 años, en vísperas del Censo 2018, que ocurrirá 13 años después del último. Sigue leyendo

La población verdadera en Colombia

Reproducimos a continuación la nota escrita por Álvaro Pachón en su blog acerca de un tema de preocupante actualidad. Invitamos a leerlo y a discutirlo también desde OLAC.

Por Alvaro Pachón*

En el capítulo anterior del Blog llegamos a la preocupante conclusión de que “en este momento no sabemos ni tenemos una idea clara de cuántos habitantes hay en Colombia“ debido a las  deficiencias de las proyecciones y estimaciones de población realizadas por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) para el período 2005-2020. Esto a es debido a que los supuestos de proyección utilizados por el Dane resultan en trayectorias de nacimientos y defunciones muy diferentes a las mostradas por las propias estadísticas vitales del Dane que aparecen en esta dirección: http://www.dane.gov.co/index.php/poblacion-y-demografia/nacimientos-y-defunciones. Además, vimos que las cifras proyectadas por el Dane están por encima de los ejercicios realizados por instituciones como la Organización de las Naciones Unidas  (Onu) y el United States Census Bureau.

A un demógrafo curioso le surge inmediatamente estas dos preguntas: ¿Cuál es la población actual de Colombia? y ¿Qué tan diferentes son las proyecciones oficiales de esta variable vigentes actualmente para Colombia con unas que incorporen la mejor información demográfica disponible hoy en día?

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